El New England Revolution va último en la liga estadounidense. Tan último que se cae de la tabla, con apenas 4 puntitos. No atrae seguidores en sus juegos de local. Pero recibe al Inter Miami de Lionel Messi y revienta el Gillette Stadium de Boston: 65.612 eufóricos aficionados. La mayor concurrencia en los 28 años de historia del New England, que cayó goleado por los rosados de Miami; pero Robert Kraft, dueño del equipo bostoniano (también de los New England Patriots, del fútbol americano), se frota las manos: le quedaron cerca de 19 millones de dólares de taquilla. Dos goles y una asistencia de Messi para satisfacer a la multitud y terminar 4-1 y seguir líderes en la tabla.

“Las entradas para ver a Lionel Messi hoy en el Gillette Stadium son más caras que un partido de los Patriots”, escribe Joe Pompliano, periodista neoyorquino especializado en deportes, negocios y entretenimiento. “Precio de compra promedio en un juego de los Patriots: 275 dólares; entradas para el partido versus el Inter Miami, 285. Este es el segundo estadio de la NFL que Messi agota en el mes”, dice Pompliano. Ah, el precio de los boletos para el próximo encuentro de local de los Revolution es de 18 dólares… La NFL es la liga de fútbol americano, el deporte de mayores ingresos de Estados Unidos. Los Patriots y los Revolution utilizan, naturalmente, el mismo escenario.

Edwin Games, tuitero especialista en la Major League Soccer, hace una cuenta más profunda: “Fueron 19 millones de taquilla, pero luego tienes que contar, en promedio, 50 dólares por comida y bebida, 150-175 dólares por una camiseta de los Revolution o de Messi y 20 más del estacionamiento. Robert Craft tuvo una buena noche. Esperamos que los propietarios de los clubes inviertan parte de este dinero durante los próximos dos o tres años en seguir inyectando calidad a la MLS. La WNBA mataría por algo así”. La WNBA es la federación nacional de básquetbol femenino. Se batió el récord de asistencia del estadio para la MLS de 61.316 cuando el Revolution perdió la final de la liga ante el LA Galaxy en el 2002.

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Dos semanas antes de este suceso en Massachusetts, el Inter Miami se presentó en el Arrowhead Stadium, de Kansas City, Missouri. La locura por Messi llevó 72.610 aficionados pagantes, que dejaron otra fortuna en ventanilla. Más de 70.000 localidades para un partido normal de campeonato entre dos equipos ignotos hasta hace unos meses es una proeza en cualquier latitud. Y todo por un jugador. “Cada día de partido del Inter Miami es como un Super Bowl”, escribe Jewishlovez en el ex-Twitter. Ganó 3-2 de visita el cuadro de David Beckham con gol y asistencia de Leo. Hasta los que perdieron se fueron felices. El tema es ver al ocho veces Balón de Oro. “¿Cuánto hubieras estado dispuesto a pagar por uno de los últimos partidos de Michael Jordan con los Bulls…? ¿O por una entrada para Woodstock? ¿O uno de los conciertos finales de Los Beatles o Jimi Hendrix…? No es solo el juego: estás pagando por ver una leyenda en vivo”, responde un lector de Pompliano. De eso se trata, de decir “Yo estuve ahí”. Olivia Hennessy aporta otro dato jugoso: “El año pasado vendí una de mis entradas del duelo contra Inter Miami en 850 dólares. Eso fue un buen trato”.

Es el fenómeno Messi en Estados Unidos. Una fiebre insospechada. Porque nadie esperaba que eligiera ese destino al salir de Europa, porque fue al que era el peor equipo de la liga norteamericana, colista del torneo y un bebito de tres años de vida. Pero fue llegar Messi y convertirse en una referencia global. En Instagram pasó de un millón de seguidores a 17 millones. Y puso a la MLS en el foco mundial. Le dio apenas llegar una visibilidad que no había tenido desde su fundación en 1996. Pero, sobre todo, porque mientras en todo el mundo el fútbol es el deporte número uno, en Estados Unidos es el cuarto: antes están el fútbol americano, el béisbol y el básquetbol. Y aún lucha contra otro duro competidor: el hockey sobre hielo. Leo tiene toda el aura del conquistador, desató una fiebre en una nación que históricamente le ha dado la espalda a la número cinco.

Messi provocó una revolución en la MLS que no lograron Zlatan Ibrahimovic, Didier Drogba, Kaká, Thierry Henry ni Pelé, escribió el periodista norteamericano Gabriel Debenedetti en nymag.com. “Ni el rimbombante sueco Zlatan Ibrahimovic, que vino a jugar a Los Ángeles en 2018, iba a anunciar una nueva era para el fútbol en América del Norte, tal como sucedió cuando el legendario marfileño Didier Drogba llegó a Montreal en 2015 y el mercurial brasileño Kaká en Orlando, y el talentoso francés Thierry Henry en Nueva York, o la superestrella británica Wayne Rooney en D.C., todos ellos siguiendo el ejemplo de David Beckham. Todos aportaron, pero esta vez es diferente. La llegada de Lionel Messi a Miami ya es algo completamente nuevo. Esta vez, los deportes en Estados Unidos han cambiado, la superestrella más grande del mundo y el héroe de la Copa Mundial más reciente aterrizó no solo en busca de un desenlace fácil en su carrera, sino que hay un nuevo paradigma, como quedó demostrado en su gol del debut, un impresionante tiro libre ganador de un juego de largo alcance que se sintió casi escrito”.

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Habría que buscar, a lo largo de los tiempos, otras revoluciones similares. Sin duda la Di Stéfano en el Real Madrid, la de Maradona en el Napoli; cabe mención para las de Kubala y Cruyff en el Barcelona. No alcanzó a tanto Platini en la Juventus, aunque fue un fichaje estrella. Es decir, aquellos que lograron transformar una realidad. El Madrid no era grande cuando llegó Di Stéfano: él lo hizo. Lo mismo el Napoli antes de Diego. Cruyff cambió el destino del Barcelona y el ADN de su juego. Pero esto de Leo adquiere una dimensión única porque se trata del país más fuerte del planeta y que no es futbolero.

¿Cómo le va en el campo…? Ha convertido al Inter Miami de equipo colero a líder del torneo en apenas unos meses. Y está en una fase magnífica de su juego. Con sus dos tantos del sábado, marcó un récord: es el primer jugador en la historia de la liga norteamericana en registrar 16 aportaciones de gol en sus primeros 7 partidos, esto es, entre goles y asistencias. Y tras estar cuatro fechas ausente por lesión, es el máximo artillero. Hace gala de una clarividencia notable. Todo simple, todo fácil, todo para ganar. Alcanzó los 832 goles oficiales, está a 13 de sacarle 500 goles de ventaja a Maradona, algo verdaderamente alucinante. A los 37 años hace una diferencia abismal en el campo con todos los demás, compañeros y rivales.

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La pregunta que circula permanentemente en las redes es si logrará superar en número de goles a Cristiano Ronaldo, quien tiene 885. Difícil. Messi no juega de punta sino de armador, un creador que siempre visita el área. Cristiano Ronaldo va a seguir jugando bastante tiempo más. Y va a seguir anotando. Además, es altamente probable que Messi baje la persiana después del Mundial, con 22 años de servicio. Súmesele que el Inter Miami no es tan potente en la MLS como lo es el Al Nassr en Arabia Saudita. Y aún más: en Estados Unidos se juegan menos partidos que en Arabia.

“Pero la MLS no es una liga de primer nivel”, alegan muchos. Sin embargo, deslumbró en la eliminatoria en octubre y noviembre, cuando decían lo mismo. Y ahora se viene la Copa América. Si le va bien ahí, el argumento de la MLS quedará sepultado. (O)