Clara Abad lleva treinta años en el servicio de voluntariado y seis de estos como directora de la fundación Sor Domingo Bocca, que se creó en los años 90 con exalumnas del tradicional colegio María Auxiliadora.

Cada mañana, la guayaquileña, de 69 años, se moviliza desde su hogar, ubicado en el norte de Guayaquil, hasta la sede de la fundación Sor Domingo Bocca, ubicada en 10 de Agosto y Tungurahua. Allí suele pasar hasta la tarde para tratar de cubrir las necesidades y colaborar en el crecimiento de niñas que son acogidas en el sitio.

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En el marco del Día de la Madre, Abad es un perfil ejemplar al dar muestras del amor de madre para sus hijos biológicos y además a un grupo de infantes y adolescentes que pasan por este hogar.

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Abad, de 69 años, es madre de cuatro hijos (Juan Diego, Beatriz Aurora (fallecidos), Santiago y Diego) y se considera además la progenitora de las 18 niñas y adolescentes que son acogidas actualmente en la fundación.

En este hogar, creado en el 97, se reciben a menores que provienen de distintos hogares multiproblemáticos y han quedado lejos de sus parientes.

Allí, Abad procura mantener las puertas abiertas para atender distintas necesidades y dialogar con las niñas y adolescentes sobre sus actividades.

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En el espacio se le dota de todas las necesidades, como alojamiento, educación, comida, y además acompañamiento psicológico. En el sitio se lo acompañan con voluntarias y especialistas.

“Mi principal deseo con estas niñas es que sanen su corazón, son niñas que han llegado a la fundación extremadamente lastimadas, y eso es una tarea bien ardua, básicamente nuestra visión es revertir en las niñas estas malas experiencias, que se vuelvan una enseñanza, más no un lastre”, explica Abad, quien durante dos décadas se dedicó a labores de catering.

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A diario, además, ella debe insistirles a las infantes sobre la importancia de cumplir con las normas de convivencia del hogar, además de inculcarles que así como tienen derechos deben cumplir con obligaciones.

Clara Abad, directora de la fundación Sor Domingo Bocca (i), con un grupo de niñas acogidas. Foto: El Universo

Además, debe dar seguimiento a que cumplan compromisos en los colegios donde reciben becas y con las otras voluntarias, coordinar su participación en cursos, capacitaciones y tutorías de distintos temas para promover su desarrollo y alejarlas de situaciones y problemas del entorno.

Sobre su desempeño en la fundación, Abad expone que es una forma de “llenar su vida”, lo que se refleja cuando observa la sonrisa que logra arrancar a las niñas, a pesar de los escenarios de vulneración de derechos por lo que han pasado ellas.

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Entre lo más gratificante de su labor, ella cuenta que han tenido mujeres que se han reinsertado en la sociedad y han tenido una vida decente, escogiendo desenvolverse por un buen camino, con un hogar formado, alcanzando a ser profesionales o incursionando en un puesto de trabajo en una empresa.

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“Eso llena el corazón, a veces con mis compañeras decimos ya nos damos más, porque nos sentimos impotentes a ayudarlas, a salir a adelante. La principal recompensa es el logro alcanzado por las chicas”, dice.

Entre esos casos, Clara cuenta la experiencia con Sabrina, quien llegó muy pequeña de un hogar disfuncional, con dos hermanas, y con episodios de maltrato. Luego de su paso por la fundación, ella formó su hogar con una pareja, tuvo un hijo, y además ha acogido al hijo de una hermana y a sobrinos.

“Ella ha tenido corazón para dar amor a sus sobrinos y su hijo, pese a la situación económica dura. Para nosotros es un logro se ve que hemos sembrado buenos sentimientos en ella”, expone Abad.

Una vez que salen de la fundación, ella procura mantener contacto con las niñas que han salido de la fundación para continuar con sus vidas y además tienen programas con entidades cooperantes. A todas ellas las mantiene con cariño y recuerda varios de sus nombres.

En este lapso, como directora, estima que una veintena de adolescentes han pasado por el centro y seguido con el desarrollo posfundación, a las cuales también las considera como hijas.

“Tampoco podemos hacer que las niñas sean dependientes, tiene que valerse por sí mismas, hay que darles herramientas, hay que enseñarles, no hay que darles el pescado sino la caña para pescar, eso procuramos con todo lo que podemos”, expone. (I)