Hace poco, charlé con alguien que viajó de Alaska a Ecuador en moto. Luego de conversar sobre anécdotas y ver fotos, le pedí que resumiera su viaje, y me dijo: “Es estar solo en un encuentro contigo, sin poder escapar. Mi amigo estaba en su moto, muy cerca de la mía, pero sabes que vas solo con tus pensamientos, mirando el paisaje. Fueron cinco meses de pensar mucho”.

Me pareció una extraordinaria analogía con la vida: si nadie va en la moto contigo, así estén cerca, vas solo; es tu tiempo para pensar.

Por tanto, me gusta creer que la vida es un largo camino con diferentes paradas hacia un lugar que va cambiando con el tiempo. De muy jóvenes, nuestro destino es graduarnos del colegio; luego, ir a la universidad, conseguir empleo. Y creemos que, una vez logrado, seremos felices; pero al conseguirlo, ya hay nuevas metas.

El tema es no esperar a tener algo para ser feliz, sino estar agradecidos y contentos disfrutando el camino, así vayamos solos en la moto. Por supuesto que es más agradable tener alguien que susurre en nuestro oído que todo estará bien, o que nos abrace cuando el clima se complica y el viento amenaza tumbarnos, pero no siempre podemos contar con compañía. La gente viene y va. Estoy convencida de que todos tenemos una función en la vida de los demás y una misión en la nuestra. Muchas personas deberán partir, así nos llene de tristeza su despedida. Agradecer y soltar es parte del aprendizaje.

El tema es no esperar a tener algo para ser feliz, sino estar agradecidos y contentos disfrutando el camino...

En otro orden, recordemos que el camino es largo. Evitemos proclamar airadamente que existe algo que no haremos jamás; cuidado, más adelante, tengamos que tragar nuestras palabras. Tampoco juzguemos a quien peca distinto. Lo bueno del paso y el peso de los años es que permite abandonar prejuicios y aceptar a las personas como son, con sus luces y sombras. También, con las caídas, aprendemos que somos vulnerables y que en algún momento debemos dejar el orgullo para extender la mano y pedir ayuda. Aprendemos a ser agradecidos. Comprendemos que la felicidad está en la sencillez y que el verdadero recuerdo está en la memoria del corazón, y no en Instagram.

De tal manera que, cuando vamos solos por la carretera de la vida, es nuestro momento de aprendizaje y reflexión. Tiempo para perdonar y perdonarnos. Hay mucha gente que elige la soledad de compañera; en contraste, yo quisiera que, cuando llegue el momento correcto, alguien viaje conmigo en la misma moto y no solo al costado, pero la vida tendrá la última palabra. He aprendido a vivir un día a la vez. Creo que todo tiene su momento y hay un momento para todo. No tiene sentido tratar de agitar las arenas del reloj. Lo que tenga que pasar se dará en el momento justo; y, si no llega, es porque era mejor así. No es resignación, sino aceptación de la sabiduría del destino y la vida. Las casualidades no existen; todo es pura causalidad.

Finalmente, los invito a disfrutar su paseo en moto, abrir el mapa de sueños y trazar un camino hacia una meta idílica. Dejemos que el viento despeine temores y aclare nuestras ideas, como decía el papa Juan XXIII: “Interésate no en lo que intentaste hacer y no pudiste, sino en lo que todavía es posible hacer”. (O)